Como ya anticipó Platón, el alma está encerrada en una cárcel de la que no puede escapar hasta que llegue la muerte. Y de esto mismo se queja Fernando González que, enfermo, sabe que su alma acabará escapando de la cárcel corpórea. De esto mismo hablan Santa Teresa de Jesús, Bécquer o Unamuno. Veamos un fragmento de la Tía Tula:
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