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lunes, 15 de agosto de 2011
Literatura: Los santos inocentes
Los santos inocentes. Miguel Delibes / 1981 / Social / España
Una historia castellana de señoritos y empleados, en la que la arrogancia y la inocencia libran un combate desigual.
PEDRO DE MIGUEL
La gran adaptación para el cine que realizó en 1984 Mario Camus de esta novela de Delibes ha dejado en nuestra memoria la inolvidable imagen del Azarías (Paco Rabal) y su estribillo: «Milana bonita». Los santos inocentes son un viejo capaz de amaestrar pájaros y su sobrina disminuida, a la que el Azarías quiere con tanta pasión y ternura como a su «milana». Alrededor pululan hombres y mujeres atados a la tierra, acostumbrados a cumplir órdenes tantas veces caprichosas.
Gobernándolo todo, los señores hacen y deshacen desde su altura jerárquica, mezclando detalles de mezquina condescendencia con suaves puñaladas de una crueldad atroz. El señorito Iván, obsesionado por la caza y aficionado a exhibir su destreza ante ministros y embajadores, resume con su altivez la actitud de los amos, que ya difícilmente distinguen entre hombres y bestias. Pero, a pesar de su vida esclava, la gente humilde y humillada empuña una dignidad que resiste los embates más violentos, aunque caiga herida en las escaramuzas diarias.
En ese ambiente de general sometimiento, Delibes destaca el reducido mundo interior del Azarías, que sabe ver a los ángeles cuando mira a la nada. Y será precisamente la inocencia algo más que el babear y el «masticar la nada» del Azarías la que, con su bobalicona sonrisa y su reducido código de conducta, ajuste las cuentas de la secular injusticia. En unas páginas finales cargadas de dramatismo, se pondrá al descubierto la radical ignorancia de los poderosos, que siempre calculan mal las consecuencias de su opresión.
NOTA
En esta obra de Delibes, oteamos la pervivencia de las estructuras medievales, en las que un señor cede tierras a unos campesinos y éstos las trabajan para poder tener un medio de subsistencia. Por tanto, vemos el mantenimiento de costumbres pretéritas en la España profunda. Otro ejemplo de esto, lo tenemos en la obra La casa de Bernarda Alba de Lorca. En la susodicha, volvemos a ver que se mantienen costumbres antiguas, propias de los pueblos del interior de la península.
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