La figura de Edgardo, en El rey Lear, recuerda al don Juan, visto que reconoce haber vivido una vida de lujuria y pecado. La diferencia con el don Juan nuestro es que en ningún momento hay una mujer -donna angelicatta- que lo salve y le ayude a ingresar en el cielo. Edgardo, en esas palabras, nos deja ver que su etapa de burlador ya pasó.
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