Al más puro estilo de los relatos de terror o de las Leyendas de Bécquer, Ángel Sánchez nos presenta una narración estremecedora que asustaría al más osado. Lo más interesante es que reúne la tradición de la transmisión oral con un toque literario y costumbrista, uniendo los dos mundos perfectamente. La verdad es que el relato da mucha miedo, ya que imaginar a un bebé con una sonrisa satánica no es muy agradable que digamos y más si cabe en las inmediaciones del túnel de La Laja, en la tercera década del XX.
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