Donatien Alphonse François de Sade, más conocido como el marqués de Sade, nació en 1740, en pleno Siglo de las Luces, y tuvo el honor de ser perseguido tanto por el Antiguo Régimen como por la Asamblea Revolucionaria. Dicho en otras palabras: ningún sistema podía asimilarlo, y solo el paso del tiempo y el cambio de actitudes morales y filosóficas han ido permitiendo que toda su obra salga a la luz. Aún ahora mismo no es fácil enjuiciarlo. Dependiendo del prisma desde el que se le mire, puede parecer uno de los espíritus más libres y revolucionarios de todos los tiempos, como creían Flaubert, Rimbaud, Bataille y los surrealistas, o puede verse también como alguien que llevó al límite de lo posible el espíritu disoluto y despótico de la aristocracia del Ancien Régime.
Aunque en su obra aparece con mucha frecuencia la figura del verdugo en actos descritos con temple frío y distanciador, lo cierto es que pasó buena parte de su vida en cárceles y asilos mentales, y en ese sentido fue claramente una víctima purgando delitos que no había cometido, a no ser que consideremos un delito sus libros. Dicho lo cual cabe pensar que lo condenó la ausencia de libertad de expresión más que su presunta apología del crimen y el horror.
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